sábado, 2 de mayo de 2015

Recuperando la mitad


            No me mires así que también levitan mis tripas. Desarropa la parte esencial de tu medio armario, espúlgate de una vez la vergüenza y salgamos antes que se despierten tus hijos. Yo también tengo miedo, pero no más que el que me da esta vida de ciencias exactas, no más que cuando pierdo tu huella y creo caerme de este sueño.

            La noche tirita, ya no tengo frío. Arranco el coche en dirección a otra vida. El calor de su mano se asienta sobre mi hombro, con un dedo desvía una lágrima.

           Al fin solas. Al fin solas y perdonadas.

domingo, 26 de abril de 2015

Si tú Quisieras




Si este cenicero de vientres no acunara tantas llagas infectas.
Si mañana volcáramos nuestro desierto de bocas sobre todas las epidemias.
Si al menos en este vacío de colillas encontrara un deseo azul.
Si esta lluvia de huellas no fuese la reencarnación de tu mano.
Si tu silencio al fin se pudriera

Si tú quisieras hamacarte en mi omoplato...Si yo quisiera.

viernes, 20 de marzo de 2015

Acuérdate

 


Acuérdate del rojo utopía de mi pecho, en el que tus alas mudas buscaban el bálsamo de un vuelo libre.

Acuérdate de la lencería vainilla de mi pupila, y acuérdate del desorden de mis dedos que te enseñaron el almíbar de las madrugadas.

Acuérdate también del trazo que dejó el alacrán de nuestro deseo en la sutileza arenosa de tu espalda,

y acuérdate de los martes con olor a retorno de aves.

Acuérdate, cuando cierres la puerta, de todo lo que hoy te recuerda que estás vivo.

martes, 30 de diciembre de 2014

HECHO VERÍDICO Nº1: TE QUIERO CALL OF DUTY.


Pasillo del Bahía Sur, frente al escaparate de "Game". Espero no me acuerdo qué, pero como siempre, observo. Se acerca una mujer de unos cuarenta y cinco años, pero cuarenta y cinco años de los antiguos. La acompaña un niño de unos doce, y por la cara de indiferencia de la mujer, lo supongo su hijo. Un hijo también de los antiguos, de los que como yo nunca se bañaron con los padres, ni les dieron besos en la boca. El niño detecta la tienda de videojuegos, y en ella, un juego archiconocido de gente en constante guerra. Se adelanta unos pasos de la madre y, como quien deja en una fiesta una copa vacía donde sabe que no debería dejarla, el niño se acerca al escaparate, apoya la mano sobre el cristal y semi susurra un avergonzado y sin embargo incontrolable: "te quiero, calduty".



domingo, 14 de diciembre de 2014

Viaje al Centro de la Envidia.




















Se llama Anita Bin y exhibe constantemente fotos de sus viajes solitarios de mochila. Lo hace sin restricción de público, con la clara intención de no ponerle puertas a la envidia, por eso yo, sin ser su amiga, ando día y noche rastreando sus inagotables pasos y su vida descolocada.

Ayer publicó las fotos de Nicaragua: Sonríe mientras pisa selvas de un verde impoluto,  ante el olor a vómito de un volcán y sonríe saltando sobre la acera tierra de unas fachadas color parchís. También tiene fotos coronando  montañas verticales en los  Alpes suizos,  desperezándose sobre desiertos de sal en Bolivia, visitando bibliotecas budistas en la India, nadando en un lago azulísimo de Tahití, tomando té en Sri Lanka, rezando a todos los Dioses de escayola,   abrazando a un niño tailandés… y en todas y cada una de ellas esa calcada, satisfecha y repulsiva sonrisa.

         Porque estoy segura de que Anita Bin, debajo de la sonrisa, tiene hueco para las necesidades mundanas, y la imagino echando de menos alguna vez la tranquilidad de dormir entre sábanas propias,  una comida de empresa y las doce transferencias. Incluso quizás eche de menos un domingo de diciembre debajo de la mesa camilla, distinguir el olor propio en una habitación, el albornoz y la lata de la costura, sin embargo, esa certeza hoy no ha conseguido, mientras espumo el puchero, que sus fotos no se me claven en esa parte de mi cerebro donde hacino todos  los sueños muertos.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

SANDALIAS NUEVAS


       Yo que soy adicta a los zapatos chinescos, me he comprado para mis vacaciones un par de sandalias buenas. No buenas de sentimientos, que a lo mejor sí, sino buenas de calidad; Color dorado perfecto, ni muy chillonas, ni muy demasiado huevo. La suela totalmente de piel, la tiras cosidas a mano, la hebilla antialérgica, lo que viene a ser un primor de sandalia.


En unos días, por mor de acostumbrarlas a mis pies, he hecho la cama y casi la he deshecho con ellas puestas, cerciorándome así de que en estas vacaciones, por muy largos que sean los caminos, sandalia y pie serán uno. Tan convencida estoy de ello que he asumido el atrevimiento de no echar ni una sola tirita en el neceser. Y además son tan fáciles de combinar que ya he previsto ponérmelas con el pirata de día y con el vestido azul de noche…

…Hoy ha amanecido lloviendo, y google me ha confirmado que será así para los próximos días, quizás este amago de otoño solo dure una semana, quizás solo dure lo que mis vacaciones. 

Llevo toda la mañana oyendo risas dentro de las cajas donde guardo las botas chinescas.

domingo, 4 de mayo de 2014

Mi madre no es la mejor madre del mundo.



Pero mi madre me dejó que en mi pronta adolescencia llenara las paredes de mi habitación de recortes de revista y la cara interna de los armarios (y a veces la externa) con posters de mis hombres utopía.

Y también almacenó montañas de manoplas porque le daba pena no comprarle al gitano que subía cargado de mercería hasta el quinto piso.

Y hace bizcochos porque sí, por si llega alguien a casa.

Y siente amor humano por los animales, y alimenta a escondidas a los que llegan perdidos.

Y mi madre hace amistad con el rey y con el mendigo, y no ve la diferencia.

Y cuando llevo de improvisto o no, amigos a comer a casa, no me pregunta quien, por qué ni hasta cuando, solo pregunta si a mi amigo le gustará el puchero y se pone a pelar papas para la tortilla.

Porque mi madre hace las tortillas más buenas del mundo.

Y mi madre no riñe mi obsesión por el dudoso donativo, sino que busca en sus bolsillos.

Y mi madre se ríe con ganas siempre y le hacen gracia los chistes largos, pero sufre en la misma medida. Le duelen las grandes catástrofes pero también un uñero en la gente a la que quiere, que es mucha.

Y sin embargo es mi madre la única capaz de convencerme de que los problemas no tienen tanta importancia.

Mi madre no es la mejor madre del mundo, es la tuya, pero mi madre es una persona maravillosa.

viernes, 11 de abril de 2014

Volverán las oscuras hormigas...




             Anoche vi las primeras.  Las noté despistadas. Andaban sin concierto ni comunidad, nada que ver con el orden preciso al que me tienen acostumbrada. Me dio incluso la sensación de que eran tímidas, y que más que en busca del paquete de galletas abierto, querían avisarme de su llegada. Me acosté tranquila, el hombre del tiempo había dicho que para la semana que viene bajarían las temperaturas y yo leí entre líneas, “y las hormigas volverán a sus escondites”. Efectivamente, esta mañana ni rastro de ellas.

              Pero el día tiene muchas horas,  yo muchas tareas y las hormigas que habitan en el esqueleto de mi casa son muy listas;

             Esta noche me las he encontrado ya en perfecta sincronía. Divinamente colocadas, una detrás de otra, el mismo paso, la misma distancia entre ellas, la misma dirección y el mismo objetivo. Una línea perfecta de metros que solo se bifurcaba  a la vista de dos propósitos distintos, el cubo de la basura y una partícula semi invisible de jamón dulce de la pizza de anoche. 

               Ya no me queda duda de que realmente hoy  ha empezado la pesadilla.

               Ellas saben que yo tengo un arma, y yo sé que ganaré batallas pero nunca esta guerra.  

domingo, 9 de febrero de 2014

Palabras embotelladas



         La pequeña Ignacia tenía más nombre que cuerpo y mucho más cuerpo que pecados. Su trenza como hecha con entredós, caía pesada sobre el centro de su espalda, clavándose  los pelos desprendidos en los huecos de hilo de su única rebeca beige.
        Ignacia  jugaba con sus primas a ser esposas  y  madres, por ese orden. Cosían muñecas de trapo y de trapos hacían sus vestidos. Luego, como si siguieran jugando, de puntillas fregaban platos, cocinaban, lavaban a los hermanos y lavaban sus tules.
      Pero Ignacia desde que aprendió a  escribir, a escondidas de sus primas, caprichos de poeta la llevaron  a guardar gajos de papel donde nadie los encontrara. En cada uno de ellos escribía una palabra.  Palabras forasteras, palabras inconexas, palabras que un día llenarían poemas, todas las palabras de su mundo escritas y embotelladas.
      Tristemente, tempranas obligaciones adultas acabaron pronto con su costumbre y ráfagas de rutina barrieron deseos poetas y todo su capital de palabras.

    Esta noche, Ignacia mujer, ha despertado en la oscuridad. Cree haber sentido en la cara aleteo de mariposas. Ha vuelto a cerrar los ojos pensando un sueño, no se ha dado cuenta de que su almohada está llena de palabras.

miércoles, 3 de julio de 2013

Azul


Verónica era toda color avellana, cáscara de seda y tacones de Chanel. Bajo el vestido siempre menudo y el enrejado de medias, sus piernas no tenían fin. Las mías sí, las mías terminaban en el dobladillo zurcido a la altura de mis siempre apostilladas rodillas.
Ella me enseñó a guardar mi diario rosa en el bajo del colchón, me llenó la cabeza de ideas libertinas y de rímel negrísimo el abanico desdentado de mis pestañas. Todas las tardes jugábamos en mi habitación a ser quienes no éramos. Entonces yo me llamaba Azul y ella me prestaba sus tacones y sus sujetadores de puntilla rellenos de calcetín.

Azul liberada, Azul atrevida, Azul distinta, Azul yo.

Un día mi padre descubrió mi juego y con su látigo moral hizo de mi cáscara de seda una piel de espigón. Verónica desapareció en el fondo de mi armario y yo dejé de perseguir gusanos que nunca serían mariposas.

Años después, a veces, encuentro la puerta del armario entreabierta, y puedo oler su perfume de flores caras. Entonces la cierro con el candado de la rendición, y busco consuelo en los brazos de mi mujer. Me gusta llamarla Azul.





sábado, 11 de mayo de 2013

La banda sonora de mis mañanas


 
 
             Mi vecino es músico y últimamente solo toca canciones tristes de piano. La melodía cadenciosa va saliendo como vapor de guiso de sus ventanas, cruza el patio y entra por las mías. Ahora que el sol seca macetas y humedades y  las ventanas de mi casa están recogidas, la música no encuentra obstáculo para colarse lánguidamente por las habitaciones. Luego franquea el pasillo, sube escaleras y las baja, y en lo que tarda en hervir el café, la música ya forma parte de mi vida.
Esta mañana me he dado cuenta, de que desde que pasa esto, en casa, todas las mañanas, me siento como en los minutos antes del final de una película.
Desayunar, limpiar los baños, ver un programa basura, el ordenador, todo tiene un rociado nostálgico. Escribir es triste, las llamadas, doblar ropa, hacer zapping, las fotos, hasta una partida de Scrabble, aunque la esté ganando.
También mi mirada es afligida. Miro como miran las protagonistas amantes en películas de final infeliz. Miro como en las despedidas,  como quien ve una puesta de sol con una maleta en una mano y una esquela en la otra, aunque lo que mire no sea más que el respaldo del sofá con sus cojines desinflados, el centrifugado de la lavadora o las gotas secas de la última lluvia pegadas al cristal.
Todo en mis mañanas se digiere con ese sabor que baila entre la pena y la desazón, todo místico, todo ralentizado, mañanas contemplativas.
Más tarde, al final de la mañana, Cuando el piano se cierra, se termina la película y todo vuelve a ser lo que es y a su justa velocidad. Es entonces cuando mi vida vuelve a parecerme más absurdamente común.

miércoles, 29 de agosto de 2012

En Defensa de la Q.

 
 
                Mala suerte tuvo la pobre de haber nacido unida a una U.  El apéndice no fue carga cuando la escritura a mano la ataviaba con ribetes de tinta. Luego, aún cuando ya no se hacía croché con las letras, ella fue la más completa del alfabeto,  la señora escoltada, la letra almidonada.

 
                  Pero llegó el fatídico día de las amputaciones, de las prisas y de las faltas de espacio, y una letra con mochila ya era mucho bulto para un tren de pasajeros desnudos. Quizás la solución hubiese sido concretarla librándola de su carga. ¿quizás la “q” a secas no ocupaba el mismo espacio que una letra autónoma?. Pero lejos de la disección, la solución fue suplantarla por la extraña y olvidada “k”.
                   Fonéticamente la K a Q viene a ser como el tocino a las matemáticas, aún así, nuestro libertinaje ortográfico nos ha permitido  la licencia. Tanto se ha extendido esta malformación, que ahora, que volvemos  a tener espacio y tiempo,  no hemos vuelto a recuperar a la señora del alfabeto.  
                   Cierto es que es muy limitada y que sólo se habla con la vocales de en medio, pero hay ciertas palabras que son infinitamente más redondas si se escriben con la q.
Alegato en defensa de la q.
Queremos que vuelva la quisquillosa, quebradiza y querida Q.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Veintisiete Noches

          
           Desde hace veintisiete noches en casa siento presencias. Suben y bajan escaleras, abren y cierran puertas. Oigo niños que a veces ríen y que siempre lloran. Oigo voces cercanas, voces extrañas, creo oír a mi madre. Por las noches, en el baño oigo grifos desangrándose y golpes de puerta. En la cama, me sumerjo en el océano cálido de mantas desordenadas y desde esas profundidades escucho murmullos adultos. Luego, una mano ajena siempre me destapa, es entonces cuando el pánico me hace ovillo y con los ojos cegados intento recordar el rezó que olvidé.

             En la calle es peor; desde hace veintisiete días los veo deambular, como hundiendo los pies en el fango de sus penurias. Si me tropiezo con alguno, se me abalanza el miedo y me detengo callando el aire. A veces no puedo esquivarlos y me traspasan. Me dan nauseas sentir como me obstruyen los poros y sacuden mis vísceras. Después se evaporan por el corazón de mi espalda. Creo que ellos no lo notan, pero a mí me vuelcan.
           
             Esta mañana el autobús ha vuelto a pasar de largo,  hacen veintisiete días que no me espera.


domingo, 15 de abril de 2012

Hay ropa tendía


      A base de tanto oírla y alguna menos pronunciarla, ya no me parece extraña, pero antes, mucho antes, esta expresión siempre extemporánea me turbaba, sobre todo cuando literalmente y para mi asombro comprobaba que efectivamente no había ropa tendida. Pero claro, esos eran los años de las películas de rombos, de las conversaciones sobre el innombrable proceso de hacerse mujer de la niña, y el año en el que no dejábamos de encontrarnos insólitos y viscosos globos blancos en el llano del pabellón. Ahora no es lo mismo, ahora nada sorprende a un niño, todo está explicado, todo sabido y todo comprendido.

      Desapareció por siempre la sombra de duda que proyectaba la ropa tendida.

 
      Apunte: Su origen es el argot carcelario y originariamente, cuando los reclusos estaban conversando sobre algún tema que era solamente de su incumbencia y no querían que los guardas se enterasen, al acercarse alguno de los vigilantes, decían ojo... hay ropa tendida, dando a entender que era el momento de cambiar de tema.

miércoles, 11 de abril de 2012

Tacones cansados



 En algún lugar, después de la fiesta, delicados tacones de aguja y satén suspiran de alivio cuando una mujer se descalza.

sábado, 31 de marzo de 2012

Lo que trajo la lluvia.




        
       La lluvia ha traído tontas nostalgias que no han entrado en los desagües. De nuevo la música me retrae a un sábado cualquiera de unos cuantos años. Las cintas de cassete de pimpinela fueron las primeras que vivieron en la basta minicadena que nos regaló la caja de ahorros de Jerez por comprometer nuestras cuatro miserias. Para mí era todo un equipo de música, de mini, nada. Por aquel entonces todo el vecindario y aledaños tenía una igual en casa, aunque la nuestra se destacó en dos días, lo que tardamos en partirle la puerta de cristal, resultado de una entretenida pelea con mi hermano. Y desde aquellos altavoces rústicos, cada sábado, prorrumpían las peleas, los cuernos, las pasiones, las tristezas y las mentiras de este duo de dos, estorbando a la cháchara de las vecinas, al gitano que vendía manoplas, a Paco el pájaro con sus cupones y sus caramelos de drácula dulce y al silbido sordo, cuatro pisos abajo, del panadero.

        Hoy me ha dado por volver a escucharlos. Hoy sus letras me parecen machistas e insidiosas, y ahora no me hermano con la pobre cornuda, sino que me repele su sumisión, pero aquellos eran otros tiempos, y yo tenía otros pájaros anidando en la cabeza.

domingo, 4 de marzo de 2012

Cambio de planes.


    Desde que murió papá, por la fuga de mi escondite veo hombres distintos, extraños, altos. Ayer, uno de ellos me descubrió, desde entonces mamá llora mucho y siempre. Hoy, al límite de su tristeza ha adelantado mi ducha de sábado, me ha coloreado con su brillo de labios y al fin me ha permitido jugar en su habitación.

miércoles, 11 de enero de 2012

El beicon se repite.

     Y también me repito yo. Este texto es producto de una tarea de la Escuela de Letras, pero el blog de la Petra Pan no solo vive de aire, y aire es lo único que tengo últimamente en la cabeza. (La tarea consistía en realizar un texto con la frase de inicio "Aquella mañana, Dios se levantó malhumorado y me pidió de desayunar un par de huevos con beicón" y con la frase final; "por suerte, el helicóptero ya no estaba allí").


         Huevos con Beicon

        Aquella mañana, Dios se levantó malhumorado y me pidió de desayunar un par de huevos fritos con beicon. No me sorprendió, cuando se enfada engulle calorías a mansalva en perjuicio de su incipiente colesterol, pero había algo en su porte que me resultaba extraño. Desde hacía unas semanas había notado cierta sátira en sus palabras, y más de una vez tuve que persignarme después de que soltara algunas salidas de tono. Reconozco, Ave María purísima, que a veces me volvía para que no me viera reír, y era entonces cuando aprovechaba para darme un cachete en el culo y sacarle la lengua a mi cara de espanto. Cuando le pedía que se arrepintiera de sus pecados, me culpaba por pasearme escasa de ropa, pero es que en esos días de Noviembre en casa no se podía parar de calor. Los domingos se encerraba en el baño, durante horas, y desde la cocina podía oír sus risas y difamias extravagantes que yo atribuía a su mortificación por el estado lamentable de la fe en el mundo. Luego salía del baño feliz, sin rastro de furia, con un intenso olor a azufre y con unas enormes ganas de copular (Ave María purísima).

         Aquella mañana, digo, en la que se levantó extrañamente malhumorado, todavía con el brillo grasiento del beicon en la barba, me confesó que él no era mi Dios, pero que por mí cambiaría su tridente por mis tenedores de picnic.

        Esa tarde mi esposo volvió a casa después de un mes de cónclave en la tierra. Llegó abatido, desalentado y pesimista, y a mí además me pareció molestamente rutinario. Y es que para mí, ya se habían transformado en inolvidables los recuerdos que parieron aquellos días diabólicos. 

       Después de pensármelo largamente durante dos minutos, dejé a Dios comiendo el puchero y salí corriendo hacia el helipuerto. Por el camino recé porque el helicóptero destino al infierno aún no hubiese despegado, porque alguien me esperara, porque pudiera dilatar infinitamente mi nueva dicha. Y mis rezos fueron oídos...sin acordarme de que Dios era mi marido. En ese instante una luz cegadora apareció entre las nubes y un relámpago de fuerza descomunal cayó sobre la pista de aterrizaje, pero por suerte, el helicóptero ya no estaba allí. 

sábado, 15 de octubre de 2011

sábado, 23 de julio de 2011

Mis queridas Matrioskas.

Mi vecina Lola tenía una matrioska de cinco piezas, o seis. Las tenía encima del televisor, cuando los televisores no estaban a régimen, perfectamente alineadas de mayor a menor. A mí me maravillaban aquellas muñequitas preñadas, y siempre entraba en ca´Lola con la esperanza de que me las dejara. Alguna vez mis súplicas secretas eran oídas, supongo que porque no hay nada más minador de ánimos que una niña con todo el tiempo del mundo. Ese día, bajo la promesa de no romperlas, me las ponía en la falda y las iba componiendo hasta que sólo me quedaba una, luego las deshacía, y vuelta a montarlas. Otras veces les giraba la cabeza dejándoselas en la espalda, por ver cómo quedaban. Otras metía la más pequeñita en la más grande por ver cuánto de vientre le sobraba. También a veces se encasquillaban y chirriaba la madera...todavía recuerdo aquel sonido y el miedo que me daba pensar que las rompía. Y después de un rato jugando con ellas, vuelta a su hogar televisivo, y yo al mío. Entonces me volvía a casa agradecida, y preguntándome si no habría en la matrioska más chica, otra más chica...

viernes, 17 de junio de 2011

Banco de Sangre


Ella sabrá lo que hace, pero yo no la entiendo, ni entiendo cómo entre tantos diluvios no encuentre una barca. Durante tres días y esta noche he intentado disuadir su pena, ya sé que sin gloria. El Martes la llevé al campo del tío Juan, ahora que están floreciendo las adormideras, para que respirase verde y corriera por el prado enmarañando tallos en los cordones de sus zapatos. La tarde del Miércoles la pasamos discurriendo en la playa sobre arena espumada, con los pies y el espíritu desnudos para salarlos. Ayer invité a merendar a los mellizos de la vecina, tan risueños, tan rubios y tan niños, y derramaron vida a medio estrenar, por su habitación, por la mía y por debajo de los sillones. Y esta noche, derrotada, he llorado con ella, mi último exhorto. Pero a ella de nada le ha servido mi pasión por abrir sus sentidos. Ha entrado en el baño, ha cerrado la puerta, ha abierto un grifo. Ahora no la oigo. En la cocina falta un cuchillo.

martes, 19 de abril de 2011

Planes para la Santa Semana.




FORGES.


¡Felices Vacaciones Santas!

sábado, 2 de abril de 2011

Caracol-hombre en París.


Hubo luna llena en París pero no vi ni un solo hombre lobo, ni uno solo. Ni rastro del Denís rodando por los bares del Bulevar, ni alojado en ningún sucio hostal. Sin embargo, a la otra mañana, encontré las calles de París llenas de caracoles humanos que vivían con todo lo que tenían en la vida a cuestas. Hombres y mujeres caracoles sin más cobijo que su propia concha, arrastrados por el suelo buscando hendiduras de sol que les calentase el alma.


Murió el hombre lobo en París. En París sólo quedan hombres caracoles.


domingo, 10 de octubre de 2010

Negocios macabros.


Algunos de mis amigos lloran desde lejos, otros se acercan al cristal y desde la comisura de mis ojos veo cómo me miran lánguidos, desconsolados, curiosos. A mi madre no la veo, pero la supongo rendida y abandonada en el sofá.

Susana ha entrado despacio, moviendo la cabeza al compás del volante de su impoluto traje negro, y como habíamos acordado, a seis baldosas de mí se abre el telón de su teatro y empieza su cantaleta de lloros y preguntas sin respuesta a un dios que no conoce.
Casi me río cuando entre lágrimas postizas me guiña un ojo, eso es que la compañía de seguros ha cedido. Nunca me había alegrado tanto estar muerto.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Tardes televisivas


En la primera sala una enjunta mujer teñida de rojo sostenía una rata por la cola y se la acercaba repulsivamente a la boca, entonces de la de mi primo salió un ruido que bien podría haber sido una tos o una arcada;

-"que azco quillo, vamonó de aquí".

Al otro lado estaba el pirado del coche que hablaba, demasiado fantástico, y dos puertas más allá, un grupo de energúmenos en semicírculo discutían a gritos sobre algo que nosotros, ni ellos, entendíamos. Aquella tarde nada nos gustaba.

"Vamono tío, ezto eh un tramojo"- y yo le hice caso a mi primo, que para eso es mayor que yo.
Nos colocamos frente de la cristalera por dónde habíamos entrado, y con medio paso atrás conseguimos el impulso para saltar sobre el sofá de la salita antes de que llegara mamá con la merienda, ella odia que nos metamos en la tele.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

También son amores



Rodolfo hablaba a veces, pero yo sólo lo entendía cuando soplaba viento de poniente.
Le llamé Rodolfo por un tío mío que tenía la piel casi tan verdosa como él, y tres veces al día, le llevaba al sitio donde le encontré, un termo de leche caliente con migajones. Supe que su familia vivía en el llano de detrás del pabellón, oculta entre matojos, pero nunca le pregunté por ella ni por su vida ni le conté de las mías, en cambio compartimos días con sus horas, confidencias y el tablero del parchís.

Una noche de poniente se despidió con la certeza de no volver, y yo desanduve el camino como si llevara todos los migajones pegados en la garganta y el Pacífico en el lagrimal, sin imaginar que Rodolfo se presentaría en casa al otro día, a la hora aciaga de las visitas.

Mi vecina de la derecha, que siempre tiene cuatro de sus siete orejas pegadas a mi pared, preguntó en portería quien era ese tipo raro que paraba con su vecina de la izquierda, pero al parecer, para martirio de su curiosidad y alivio de mi zozobra, nadie le vio entrar.

Aquella misma tarde en el noticiero de las tres cuatro chiquillos frenéticos aseguraban haber visto un platillo volante aparecer por encima del pabellón y alejarse a una velocidad inhumana.
-"Rodolfo, ¿cuánto te quedas?”,
-"Serán sólo unos días", -me dijo, pero yo ya sabía que se quedaría a vivir.

martes, 31 de agosto de 2010

VOLVER

A menos de dos horas del primer día de Septiembre, me siento como si fuese el día 31 del último mes del año, pero sin uvas. Precisamente hoy ya me he sorprendido diciéndome, "mañana empiezo el régimen, mañana voy a correr, mañana desempolvo la bicicleta, mañana me pongo las pilas en el trabajo, mañana vuelvo a escribir, mañana ordeno el armario (y además nunca jamás dejo que se vuelva a desordenar), mañana dejo la ropa preparada por la noche, bla bla bla, y así, sin querer, se me han resbalado cien propósitos, los mismos cien propósitos de siempre perfectamente alineados y renovados dos veces al año. Como ya conozco el paradero último de mis anodinas pero siempre inalcanzables aspiraciones, publico mi compromiso de volver a este blog, y solo así, sintiéndome en deuda, me veo capaz de liberar al "propósito de escribir" del sempiterno "propósito".




Esperad que no encuentro las llaves...ya está, ale, entrad, estáis en vuestra casa.

domingo, 11 de julio de 2010

Campeones!

Mañana el despertador volverá a sonar a la misma hora programada desde hace casi quince años, mañana volveré a echar gasoil al coche y esperaré el mismo tiempo por hacerme un hueco entre la marabunta de coches que a esa hora tienen las mismas necesidades que el mío. Mañana me encontraré los mismos papeles que dejé sobre la mesa el viernes pasado, los mismos impuestos, los mismos descuadres. Mañana volverá a ser todo igual, ni más ni menos que los mismos problemas, la misma España en crisis, la misma crisis de espíritu, pero aún así, hoy, en este momento dejadme que grite una vez más...

CAMPEONESSSS!!!!!

Un brindis por los que han conseguido lo que no consiguen muchos, que un país olvide por unas horas las penas y miserias, los enfrentamientos vecinos, las diferencias y las trabas. Y un brindis para que este sentimiento de unidad nos duré algo más que la celebración.

domingo, 20 de junio de 2010

Benditas cabezaítas

La "cabezaíta" es el estado de placer momentáneo más natural e inofensivo que conozco (bueno, se conocen otros pero hoy es el momento de la cabezaíta).

Empiezan las piernas a hacerse pesadas, se destensan los músculos, se caen los brazos, los ruidos se hacen lejanos, murmullos si acaso. El bienestar se va instalando poco a poco en todos los huecos, se cae el cuello, se van hilvanando los párpados, se cosen dos milésimas después...y en cuestión de segundos nos aborda un sueño placentero que nos pasea por el paraíso entre flores aromáticas de mil colores techadas por un cielo azul princesa, sin importarnos donde estemos, quien nos mire, o si nos roban las baratijas que estamos vendiendo.
Pasado un minuto, ni más ni menos, algo que no sabemos nos despierta con violencia y se descosen los párpados, se levanta el cuello, nos inunda el desasosiego de habernos dormido, los ruidos se hacen cercanos, molestos, se tensan los músculos. Y es entonces cuando miramos a todos lados importándonos ahora quien nos mira y quien nos habrá mirado, y consultamos el reloj, y nos preguntamos ansiosos si nos habrán robado alguna baratija.

miércoles, 19 de mayo de 2010

¿Por qué damos limosnas?


Estoy leyendo "Rapsodia Gourmet", de la escritora de "La elegancia del Erizo", Mauriel Barbery. Esta tarde leí unas páginas en las que un indigente describe desde su posición, los dos tipos de viandantes que él distingue. Inmediatamente yo me ubiqué en el primer grupo (con salvedades y con vergüenza), no puedo negar una limosna pero tampoco hago nada por erradicar la miseria, y luego me pregunté cual era la verdadera intención de la limosna, ¿la damos por aliviar corazones o por callar conciencias?, ¿por sincera generosidad o por evitarnos la molestia de negar?, ¿entregamos altruístamente o esperando alguna clase de recompensa?. Es curioso pero ahora mismo yo no sabría contestarme. ¿y tú?


Este es parte del texto que me ha hecho meditar, no se lo pierdan;

"Hay dos categorías de viandantes. La primera es la más corriente, aunque tiene ciertos matices. No cruzo nunca la mirada de éstos, o si acaso fugazmente, cuando me dan una moneda. A veces sonríen un poco, pero se les ve incómodos, y se alejan deprisa. O si no, no se detienen siquiera y pasan lo más rápido posible, su mala conciencia los atormenta durante cien metros (cincuenta antes, cuando me ven de lejos y se apresuran a mantener la cabeza fija en la otra acera hasta que, cincuenta metros después del harapiento, ésta recupera su movilidad de costumbre), y después me olvidan, vuelven a respirar libremente, y la punzada en el corazón que han sentido, de compasión y vergüenza, se va difuminando. [...] ...Que se vayan a la mierda esos burgueses que se las dan de socialistas, esos que quieren todo; su abono para el concierto en el Châtelet y que se salve a los pobres de la miseria, tomar el té en Mariage y la igualdad para todos los hombres, sus vacaciones en la Toscana y que desaparezcan de las aceras los aguijones de su culpabilidad, pagar en negro a la asistenta y que todo el mundo escuche sus discursos de defensores altruista, ¡El Estado, El Estado! ¡Es un pueblo analfabeto aquel que adora al rey y sólo acusa a los malos ministros corruptos de todos los males que lo aquejan!… […]


Y luego está la otra categoría; la de las malas bestias, los auténticos cabronazos, los que no aprietan el paso , no apartan la vista, al contrario, me miran fijamente con sus ojos fríos, y despiadados, ahí te pudras, me trae sin cuidado, allá tú si no has sabido pelear por la vida, ninguna indulgencia para con la escoria, para con la plebe que vegeta entre sus cartones de subhombres, para ellos no hay cuartel, o se gana o se pierde, y si crees que me avergüenzo de mi dinero estás muy equivocado…[…]

miércoles, 7 de abril de 2010

Un agradecimiento


Gracias a la melodía de eslabones contra vírgenes doradas que siempre anticipan tu presencia, aún sin tu presencia.

A tú sonrisa analgésica,

a tu caricia fragante,

a tu palabra justa.


A la entrega, el valor, la vida.



Gracias a tu mensaje certero capaz de mitigar penas y ensalzar primaveras, aún no siendo primavera.


A tu cobijo balsámico,

a tu generosidad paliativa,

a tu olor que es solo tuyo.


Al consuelo, la calma, el silencio.


Gracias a la enfermera, la maestra, la amiga, el ejemplo la confidente, la aliada, la compañera, y a todo eso que eres tú, aún siendo solo madre.


A mi madre, a todas las madres.

domingo, 28 de marzo de 2010

Mi querida Rosi...Parte III y última.


Algunos meses después, cuando el desligue de Rosi me lo permitió, y mis relaciones se dilataron, conocí a Julio. Era compañero de clase, pero no había reparado en él hasta que lo vi en la cola que nos llevaba todas las mañanas al café que nos mantenía en vigilia el resto del día. Me llamó la atención porque me pareció muy apuesto. Julio era un chico alto y fornido y tenía dos hileras de dientes perfectos embalados por unos carnosos labios de pecado. El resto de sus facciones no eran especialmente atractivas, pero en su conjunto se tornaban algo menos que irresistibles. Por todas esas cualidades, me quedé roja y muda como un pavo cuando me habló por primera vez, aún así, se ve que no le caí mal, porque desde aquel día coincidíamos con una frecuencia sospechosa y mi timidez inicial dio paso al desparpajo al que me invitaba su agradable camaradería.

Rosi, que se percató de inmediato de la situación, se encargó de tramar una enrevesada maniobra de alejamiento y para mi asombro, como si del cortejo de un pavo real se tratara, desplegó atrevida el colorido de su plumaje para llamar la atención de Julio, no sé bien si por beneficio propio, o por el simple goce de agraviarme. Simulaba pérdidas de memoria súbitas para defenderse cuando la recriminaba por no haberme dado el recado que Julio le dio para mí, se inventaba los defectos que no tenía, o al menos que yo no veía, y se empleó tanto en ellos que casi llegué a creerlos. Se convirtió en la molesta mosca que todo lo fastidia y la cegaron los celos. Para mi desesperación, se volvió repulsivamente encantadora con el resto del mundo, y conmigo, no pudo evitar delatarme con su mirada las ganas que tenía de darme en uno solo, todos los cogotes que en mi infancia di por ella. No varió su físico en demasía, tan sólo su coleta grasienta por un corte de moda, pero adquirió la pose de un felino, altiva y elegante, segura de sí misma, y con esa seguridad, se disculpó ante mis reproches revelándome que con su actitud intentaba evitar que me encaprichara en exceso y así ahuyentarme de las garras de lo que ella auguró mi primer desengaño amoroso, y yo, crispada de rabia, amenacé con lapidarla si seguía molestándome pero demostró poco aprecio por su vida, o lo captó como una exageración, porque hizo caso omiso a mis advertencias, y no sólo siguió con su empeño, sino que logró seducirlo con toda su fealdad, obsequiándome con la traición más humillante. Dejó de necesitar mi escudo, que era lo único que nos había unido tiempo atrás, y con el cese de mi misión terminó nuestra amistad.

En el final de cualquier historia medianamente lúcida, Rosi no hubiera conseguido más que ridiculizarse y yo me hubiera nutrido de perdices con Julio por el resto de mi vida, pero sustento una vez más la dudosa dicha de ser la excepción, y en pago a mi dedicación, Rosi enamoró a Julio, se casó con él y son repugnantemente felices, y yo, que sigo soltera, y sin ánimo de dejar de serlo, me quedo mirando su cara de desprecio cuando me cruzo con ellos, y al pasar por su lado, inconsciente y susurrante, le digo tres veces “fea”, por las humillaciones, las enemistades, los bocatas que comí en la solitaria esquina de la clase, los castigos, los enfrentamientos, la reputación perdida y el calor que todavía conservo en la palma de mi mano...Fin.

sábado, 20 de marzo de 2010

Mi querida Rosi...parte II


Me dediqué durante los años de mi niñez a corretear y sacudir a cualquiera que osara insultar a Rosi en mi presencia, y la rara vez que yo no estaba presente, ella se encargaba de hacérmelo saber con la sutileza y disimulo que obligaba su exceso de orgullo. Hizo de mí, con el despotismo y la altanería que sólo utilizaba conmigo, su fiel lacaya, dispuesta a defenderla aún a costa de mi maltrecha reputación.

Rosi tenía literalmente dos dedos de frente. Entre el triángulo que anunciaba el nacimiento de su cabello y el bache de su entrecejo, no distaría más de tres centímetros. Los ojos parecían una par de madrigueras oscuras, y en el fondo, más al fondo, dos granos de café. Su nariz, ligeramente ladeada, estaba dividida en el centro por un hueso emergente, y no guardaba simetría en tamaño con el resto de la cara, sino que se exhibía prominente, tanto que casi ocultaba en su totalidad la raya de trazo fino que tenía por boca. Su pelo era encrespado, mantecoso y del color de la castaña, atado siempre con una goma azul deshilachada, a la altura de la nuca. Vestía con ropas anchas que ocultaban su abultado vientre, al menos hasta que una ráfaga de viento las ceñía a su cintura.

Cuando la edad me dio el suficiente civismo, y me hice cargo de mi supuesta condición de señorita instruida, con no más de quince años, me armé con la paciencia que nunca tuve y sustituí mis golpes infantiles por teorías espirituales y lecciones de moral que ni yo misma creía, pero que surtían un asombroso efecto y lucían más elegantes que mis ridículos berrinches, aunque bien es cierto que mis particulares correctivos se redujeron porque a esa edad, la sinceridad se hacía menos transparente y se extendía un pequeño pero justo velo de cierto reparo entre los vejadores.

Coincidimos en la elección de licenciatura, allá por el año ochenta y uno, cuando los pantalones de pitillo elásticos nos ahogaban y las hombreras de las chaquetas de chorreras nos hacían parecer rudos jugadores de béisbol. En aquel tiempo, Rosi pareció haberse inmunizado ante las risitas burlonas y las indiscretas miradas, empezó a entablar con soltura y no volvió a pedir ni mi auxilio ni mi compañía. Entre tanto yo, que necesito ver el suelo para saber que me he caído, seguí ejerciendo mi cometido voluntario de protección, y justifiqué su reacción ingrata con un estado transitorio de aturdimiento... continuará

sábado, 13 de marzo de 2010

Mi querida Rosi...Parte I


La ocurrente madre de Rosa María de las Mercedes, tardó tres meses en decidir tan generoso nombre, tres minutos en adjudicarlo y tres segundos en convencerse de que semejante derroche de imaginación se reduciría en la voz de la gente a un escueto “Rosi”.

Rosi Montes de Villaseca, que tenía nombre de aristócrata y regencia de plebe, nació una original mañana fría de Agosto en el último pueblo de la provincia de Cáceres. Dicen que lo hizo de nalgas, y que el parto duró más de lo previsto, razón por la cual, llegó al mundo con la piel arrugada como una pasa y el color de la mora madura. Los que asistieron a tal evento no se amilanan al admitir que no conocieron recién nacido más feo y deforme, y cuarenta y tres años después del alumbramiento, que el paso del tiempo sólo logró aumentar algo su estatura, mucho su peso y aclarar el color violeta de su piel.

Para mí y mi peculiar gusto, Rosi no era más que una persona de disimulada belleza, pero nada destacable ni demasiado inusual, aunque reconozco que mi indulgente opinión sobre ella tenía mucho que ver con la maña adquirida, porque crecí mirándola y porque la falta de belleza también vivía en el hueco de mi espejo.

Haber compartido con ella año de nacimiento y primer apellido, me adjudicó la obligación escolar de sentarme a su lado en clase de párvulo, y la moral de hacerlo en todos los cursos que le siguieron, que no fueron pocos.
Me adecué con más paciencia que esfuerzo a su agrio carácter, y cuando las sinceras y viperinas lenguas de los compañeros se mofaban de sus defectos a golpe de grito, yo me levantaba el traje a la altura de las rodillas y corría a la velocidad que lograban mis escuálidas piernas. A veces los alcanzaba y les daba tremendo cachete, que por el color y el calor que me dejaba, y la risa que ellos mostraban, suponía que padecía más la palma de mi mano que sus cogotes. A veces no llegaba a cazarlos, porque mi carrera era detenida bruscamente por el maestro de guardia que me sujetaba por un brazo, más arriba del codo, y casi sin poner pie en el suelo, me soltaba en el despacho del director, que resignado, me obsequiaba con el castigo al que me tenía acostumbrada. Era entonces cuando pasaba tres días sin recreo, en el último rincón de la clase, con un bocadillo de chorizo untado en una mano, y con la otra haciendo aspavientos para apartar las molestas avispas que en la época estival se reunían al olor copioso de mi desayuno...continuará

sábado, 13 de febrero de 2010

La Fragilidad del Amor (Osho)


Os traigo un texto que me gustó de Osho, aprovechando mi necesidad acuciante de sentirme activa y cerca, la proximidad del día más amorosamente comercial del año, y la falta de inspiración que últimamente me está azotando. Espero que os guste.

La Fragilidad del Amor

No penséis que el amor es eterno. Es muy frágil. Es tan frágil como una rosa. Por la mañana está ahí, y por la noche se ha ido. Cualquier cosa pequeña puede destruirlo. De hecho, cuanto más elevada es una cosa, más frágil es. Ha de ser protegida. Una piedra permanecerá, pero una flor desaparecerá. Si arrojáis una piedra contra una flor, la primera no saldrá dañada, pero la segunda será destruida.El amor es muy frágil y delicado. Hay que ir con mucho cuidado con él. Se puede causar tanto daño como para que la otra persona se cierre y se ponga a la defensiva. Así es como nos cerramos. Si lucháis demasiado, el otro comenzará a escapar de vosotros; se tornará más y más frío, más y más cerrado, para no volver a ser vulnerable a vuestro ataque. Entonces lo atacaréis más porque os resistiréis a esa frialdad. Se puede convertir en un círculo vicioso. Y así es como se separan los amantes. Se alejan el uno del otro y creen que el otro es el responsable, que el otro los ha traicionado.De hecho, tal como yo lo veo, ningún amante ha traicionado alguna vez a nadie. Es solo la ignorancia la que mata el amor, nadie lo traiciona. Los dos querían estar juntos, pero, de algún modo, ambos eran ignorantes. Su ignorancia les jugó malas pasadas que se multiplicaron.

Osho


La foto está hecha bajo los últimos rayos de sol de verano que tanto echo de menos, en un rinconcito de playa gaditana.

martes, 26 de enero de 2010

A mi gavina triste


El abuelo Francisco encontró una carta de amor debajo de su colchón. La descubrió aplastada sobre los hierros rancios del viejo somier cuando buscaba un calcetín con ardor de independencia. La bajó a la cocina entre turbado y mohíno y nos la enseñó con el ánimo de encontrar una respuesta niña que le aliviara el lastre de sus celos. El sobre estaba ajado, ambarino por sus bordes y en el centro, con una caligrafía cervantina cuatro palabras, "A mi gavina triste". Dentro, dirigidos por un "Cádiz, Veinte de Septiembre de Mil novecientos treinta y ocho" habitaban veintitrés promesas de amor infinito, tres deseos febriles y una plegaria, "por favor, nunca me olvides". En el pie, "con todo mi amor, Francisco López" y una rúbrica, que aunque lozana y viril y ahora como escrita en papel sobre esponja, reconocimos como la firma del abuelo.
La abuela no dijo nada, hastiada como estaba ya del desgaste del recuerdo, se quedó de espaldas, enredando entre cacharros de cocina y del humo que afloraba de las ollas hizo una cortina para que no viésemos llorar a la gavina triste.

jueves, 14 de enero de 2010

Todos los días al sol


y al viento, y al frío y a la lluvia...

Anoche me acordé de este señor que fotografié a las puertas de las Cuevas de Aracena, y me pregunté dónde se estaría resguardando de este diluvio y de las noches de frío. Me pregunté qué sería de tantas y tantas personas que no tienen más techo que un cartón, ni más casa que un portal.

Y me desperté hoy con verguenza por quejarme de los patios anegados, de la humedad de las paredes, de los cristales empañados, de las fotos que se arrugan, de la ropa que no se seca.

miércoles, 6 de enero de 2010

Regalo Saudade


Los Reyes Magos me trajeron toneladas de Saudade, en cajas de 5 kilos selladas con cinta marrón de embalar. Me las encontré esta mañana en el salón, por debajo de la mesa, junto a la estantería y detrás del sofá, estaba todo lleno de saudade.

Una señal del esquivo sol me invitó a salir a la calle, y sorteando la maraña de bicicletas con cuatro ruedas, paseé mi nostalgia con esmero, como las niñas paseaban sus carritos de capota, con la absoluta seguridad de que ni en todo el mundo habría uno mejor. Luego el cargo de la añoranza me resultó algo incómodo, me impedía reír con normalidad, y ya para cuando mis sobrinos me pidieron jugar al fútbol con ellos, el peso de mi saudade se había multiplicado en mi espalda. En dos horas estaba empachada de tanta melancolía, y eso que a ratos se fugaba a borbotones por el iris de mis ojos.

Ahora, acabando el día, la añoranza atraviesa mis tejidos y empieza a doler. Ya no me sienta bien este desasosiego, me esclaviza el pecho con su constante presión. Y miro a mi alrededor y no veo más que cajas de saudade esperando a que las abra, no veo más que cajas, cajas y sus sombras.

Por eso regalo saudade, en pequeñas dosis que no duelen, a quien busque inspiración, a quien desee una pausa, a quien pretenda desinfectarse, a quien la necesite. Regalo el sobrante, que es mucho, porque mi despensa está a reventar de mercancía. Tengo tanta que me temo que si no voy arriando la carga, ni en todo el año me desprenderé de esta saudade.



"El texto es completamente verídico (para mí desgracia), y la imagen está hecha en uno de los maravillosos callejones de Lisboa, la cuna de la Saudade"

viernes, 25 de diciembre de 2009

Juegos dementes

-Esta vez no erraré el tiro.
-Eso espero, no tenemos mucho tiempo, le dije.
-Ya lo sé idiota, no necesito que me lo recuerdes.

Le odiaba, aborrecía su forma de tratarme, y me odiaba a mí por haberlo seguido siempre como la rata inmunda seguía a un fracasado flautista de Hamelín. Era en aquellos momentos cuando intentaba encontrar de entre mis horas, el minuto en qué decidí dejarlo todo por aquel monstruo y adentrarme en la espiral de este juego demente, pero ese minuto nunca aparecía, por mucho que hurgara entre las telarañas de mis recuerdos.

Volvió a apoyar media cara sobre la culata y cerró el ojo de la otra media. Con el último eco del disparo se oyeron gritos y revoloteo de palomas, sin duda esta vez lo había conseguido.

-Bingo!, un hijo de puta menos.

Se acercó eufórico para darme un beso, pero yo aparté mi cara por encubrir la lágrima que se me desbandó al tachar de la lista el nombre número doce.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Búsquedas incorrectas


-“Busco a un hombre que no tenga pelos en los dedos, que no llore y por supuesto, que no mueva el bigote al hablar”.
En los cinco años que llevaba como encargada de la agencia matrimonial había oído todo tipo de inclinaciones y preferencias, pero poquitas superaban las excentridades de aquella mujer. Revolví los expedientes aún sabiendo que no encontraría ninguno con aquellas características, solo por el hecho de retenerla unos minutos más y seguir disfrutando del aleteo nervioso de sus manos de satén. Poco más tarde le confirmé el resultado nulo de la búsqueda.

Toda una noche pensando en ella me dio para marcar su número a la mañana siguiente: “Señora, tenemos alguien de su interés”. Lo tenía todo controlado, incluso había logrado inmovilizar el labio superior al hablar, ahora sólo me quedaba convencerla de que buscaba una mujer.

jueves, 3 de diciembre de 2009

¿Cuántos añitos cumple mi niño?


Hoy entiendo más que nunca a las madres, padres, abuelos y tíos que rogando en silencio que su pequeña criatura se aventure al dificultoso gesto de levantar el dedo índice, les pregunta...¿Cuántos añitos cumple mi niño?.

Entonces se hace el silencio, todas las miradas se posan intermitentemente sobre las manos y la cara del niño. El progenitor siente que se queda sin pulso durante los segundos en los que el protagonista decide cuántos dedos y cuales son los que tiene que levantar....y al fin se produce el milagro, como por arte de magia, se alza un minúsculo dedo como señal inequívoca del primer aniversario.

Y digo que entiendo el orgullo, porque mi blog, que también es vuestro, cumple un año, y porque no tiene manos que si no...¿cuántos añitos cumple mi niño??

Gracias a ti, a ti, a ti, a ti también, a ti que me sigues, a ti que me animas, a ti me que criticas, a ti que me lees, a ti que no...Gracias.